Carilda a los 88, como las palabras, sin otra presunción que el elemental deseo de vivir
Roberto Pérez Betancourt
Desde sus invictos ojos verde mar me taladra de arriba abajo. Siempre que conversamos, no puedo evitar ruborizarme delante de esta mujer de intimista lírica encendida, hecha de verso y carne, cuya personalidad trasciende todas las inclemencias del tiempo. Carilda Oliver Labra, eterna enamorada de la vida, arriba a los 88 años de edad este seis de julio con la placidez de lo cotidiano, la sencillez de lo habitual, sin exaltaciones ni temores, como un verso más, añejado al sur de su garganta. En la casona colonial de los periodistas de Matanzas conversamos. Ella se siente muy orgullosa de pertenecer también a este grupo de intelectuales de la letra urgente. Le obsequié un gladiolo rosado y, junto a otros colegas, disfruté, una vez más, de su Canto a Matanzas, salpicado con anécdotas dichas por ella con la simpatía que solo Carilda puede articular, atenta siempre a la reacción de sus amigos. Cuando Carilda dice sus versos, la adorna la naturalidad del sentimiento y ningún pensamiento ajeno al momento perturba el instante de la comunicación. Incontables son los galardones atesorados por esta universal representante de la cultura cubana que no se queja de nada y vive orgullosa de pisar cada día las calles de su ciudad a la que tanto dice deberle y donde han estado, y siguen estando, todos sus amores terrenales. Este año se cumplen seis décadas de aquel Premio nacional de literatura que le fue otorgado por su libro al Sur de mi garganta, del cual, aunque no lo dice, sé que se siente particularmente orgullosa, como lo está también del premio Nacional de Literatura que con justeza recibió en 1998, así como de su condición de integrante de la Academia Cubana de la Lengua y fundadora de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. La autora del Canto a Fidel atesora unos 40 libros publicados y llevados al Inglés, Francés, Alemán y Búlgaro, entre ellos Al Sur de mi garganta reeditado en seis oportunidades, Desaparece el polvo, cuatro, Soneto tres y Se me ha perdido un hombre en dos ocasiones, como nos recuerda la periodista Bárbara Vasallo. ¿Qué es para Carilda publicar versos? La respuesta nos las da ella misma en la introducción de su libro Al sur de mi garganta, reedición de 2009, de Ediciones Matanzas. Publicar versos es descubrir verdades que ni siquiera sospechábamos adentro, y que de otro modo quedarían inconfesas. Es siempre la profanación de una intimidad inefable. Por ello dudé de abrir mi poesía. Pero algo extraño y confuso sucedió: las palabras, trémulas, comenzaron a subir sin mi permiso, hacia la garganta, irremediablemente, desde el Sur… Tuve que dejarlas en papeles dóciles y moribundos que apenas podían soportar su peso. Allí se borraban… Entonces llegué a comprender la oscuridad de ese destino: ellas –que habían nacido para darse- estaban obligadas al silencio… Quise ser justa. Quise otorgarles su natural derecho a la luz. Aquí están: con sueño aún, perfectamente puras, sin credenciales, sin apoyo de gracia, sin otra presunción que el elemental deseo de vivir. Gracias artista amiga; gracias por seguir ahí, alumbrándonos desde tu morada matancera con tu entusiasmo de culta niña traviesa, que has conquistado el raro don de la inmortalidad entre nosotros, ese que solo la vida concede a sus hijos sinceros y de corazón valiente.
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