Más de 880 días después que el huracán Katrina azotara el sur de Estados Unidos, inundara la ciudad de Nueva Orleans y la población se asombrara por el increíble abandono oficial, el gobierno de George W. Bush sigue recibiendo críticas demoledoras.
Pero el mandatario estadounidense continúa sordo ante los reclamos de auxilio de sus propios ciudadanos y de los llamamientos de organismos internacionales.
El representante del Secretario General de Naciones Unidas para los derechos humanos de personas internamente desplazadas, Walter Kalin, acaba de asegurar que los miles de afectados por la tragedia de agosto del 2005 en EE.UU. se parecen a los pobres de otras
partes del mundo azotadas por catástrofes naturales.
La implícita paradoja pone de manifiesto cómo en el país más poderoso de la Tierra, autotitulado "campeón de los derechos humanos", los desamparados de la fortuna, como
eufemísticamente gustan llamar a los pobres, afrontan una situación social semejante a la que padecen los pobladores de las naciones menos desarrolladas y empobrecidas.
El diario New Orleans Sun lo expresa con toda crudeza cuando recoge las observaciones del funcionario de ONU, publicadas también por otros medios de difusión norteamericanos
y de otros territorios, y agencias de prensa internacionales.
Durante un recorrido este mes por áreas de Louisiana y Missisipi, severamente dañadas por el ciclón en agosto de 2005, Kalin recordó que cuando los seres humanos pierden su hogar, requieren la ayuda de las autoridades para volver a tener una vida normal, y subrayó que él no ha visto eso en los sitios visitados.
Funcionarios estadounidenses admiten que, a pesar del largo período transcurrido desde el azote del Katrina, el 75 por ciento de los fondos monetarios que fueron aprobados
para restañar daños siguen sin ser utilizados por "razones burocráticas", explicación que entristece a damnificados y asombra a observadores.
La funcionaria federal Tara Wall acotó que esa situación se prolongará durante todo el primer trimestre del año en
curso. Como en ocasiones anteriores, el gobierno de la Unión solo muestra enojo ante los reclamos de la ONU, y la actitud arrogante del Presidente de esa nación sigue
siendo ostensible cuando su salida de la Casa Blanca entró en cuenta regresiva.
Medios de prensa como BBC Mundo han reflejado las reiteradas negativas de la administración Bush a diversos reclamos del Comité de Derechos Humanos.
Ellos incluyen la necesidad de que se permita el acceso de la Cruz Roja internacional a los detenidos en campos de concentración de EE.UU. y el cierre inmediato de todos los
centros e instalaciones secretas de detención usados en la llamada "Guerra contra el Terrorismo".
La respuesta oficial es digna de figurar en una antología del cinismo: "El Comité pierde perspectiva y credibilidad cuando gasta su tiempo criticando más a Estados
Unidos que a otros países en los que no hay ni derechos civiles ni políticos". Obviamente, quienes redactaron la respuesta dan por sentado que los damnificados del
Katrina residen en "otros países".
En cuanto a la situación interna en el imperio, el Comité pidió más información sobre la situación de los millones de inmigrantes indocumentados y que se revise la legislación federal y estatal sobre la pena de muerte.
¿Y sobre el Katrina? El Comité llamó a "incrementar esfuerzos para asegurar que los derechos de gente pobre, en particular afro- estadounidenses, se tomen en cuenta en los planes de reconstrucción, como en el caso de la devastada ciudad de Nueva Orleans..."
¿Y qué se ve ahora mismo en New Orleans?
Millares de ciudadanos olvidados siguen sin hogar, sin recibir ayuda de algún tipo, carecen de empleo y de asistencia médica y, 880 días después de la gran sorpresa,
todavía no salen de su estupor: lo paupérrimo del Tercer Mundo también se aprecia como pesadilla en carne propia en EE.UU., sin que el señor W. Bush se desvele (AIN) (25/01/08).
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