Yo, tú, él, nosotros y ellos
Roberto Pérez Betancourt
Alguien dijo un día que el planazo propinado con el machete por un guardia rural amarillo hacía más conciencia que un libro de filosofía. También lo logra una patada lanzada con puntería por un policía azul una noche sin luz, en una esquina citadina, contra un adolescente, un hombre, una mujer, un ser humano pensante…
Los que recibimos planazos y patadas no podemos olvidar aquellos hechos, ni las circunstancias de entonces.
Los que fueron torturados en mazmorras por sicarios de la dictadura batistiana y sobrevivieron suelen gozar de buena memoria. También sus familiares. Los muertos, no. Los muertos no pueden recordar porque quienes pagaban a los amarillos guardia rurales y a los azules policías les negaron el derecho supremo de seguir vivos.
A los sobrevivientes de entonces, a los hijos de ellos, y a los nietos de todos, a mí, a ti, a él, a nosotros, nos toca mantener vivos a aquellos muertos en la memoria lúcida.
Es necesario sostener la conciencia forjada en el tiempo que nos tocó afrontar a los sicarios para que no regresen, y transmitirles a las actuales generaciones las vivencias reales, aunque cada día nos cueste subir la cuesta de las escaseces materiales, la inflación y otros demonios que se alimentan del bloqueo imperial, de la desidia y el agiotismo doméstico, conscientes de que la unidad en los principios y la perseverancia nos premiarán con la victoria, porque Cuba sigue adelante: está venciendo a la Covid 19 y reanimando la economía con vocación de desarrollo progresivo.
No debemos engañarnos. Ellos no han renunciado a sus entristecidos propósitos de apoderarse de Cuba. Aspiran a darle marcha atrás a la rueda del tiempo para reinventar su ejército de asalariados y de aspirantes a novísimos guardias rurales amarillos y policías azules.
Antiguos y nuevos personajes de la contrarrevolución se apoyan en el financiamiento que reciben de entidades diversas en Estados Unidos, alimentadas con el dinero que pagan los contribuyentes al presupuesto de ese país, en intento desde el exterior de forjar una base social de desafectos, aburridos, cansados, desmemoriados y de los que nunca tuvieron memoria.
Son tácticas neo anexionistas que enarbolan falsos propósitos pacifistas y se rasgan las vestiduras. invocando la sagrada letra de la Constitución cubana, que da derecho a pronunciarse pública y pacíficamente.
Pero en realidad lo que ellos persiguen es provocar disturbios, aprovecharse de las insuficiencias económicas y materiales que nos asedian para generar caos social e intentar que el país se desestabilice.
Han anunciado una “marcha pacífica” en noviembre en varias ciudades cubanas. Es evidente la estrategia dictada desde las 90 millas que nos separan de la Florida, copia de la que los oligarcas han implementado en otros países.
Escogen momentos críticos en el contexto de una administración demócrata incumplidora de sus promesas durante la campaña electoral, que ha mantenido activas las directivas anticubanas del ex presidente Donald Trump y sus derivaciones reforzadas en una situación económica interna adversa, compleja y difícil para las familias.
Ellos intenta aprovechar tales penurias y también antiguos errores domésticos para inflar su propaganda desestabilizadora, que pretende desplegar en ”marchas pacíficas”, aprovechando el derecho constitucional vigente, pero olvidan que esa misma Ley de Leyes dicta que disfrutar derechos no puede contradecir ni implica anular los derechos de otras personas, o afectar la seguridad de todos, el bienestar general, el orden público, y siempre bajo el respeto a la Constitución y a las leyes.
Recordemos que el soberano pueblo de Cuba, por voto libre y secreto del 86,85 por ciento de los votantes, mediante Referendo Popular el 24 de febrero de 2019, dio el visto bueno a su Constitución, publicada en la Gaceta Oficial número 71, y que en su Artículo 4 establece:
La defensa de la patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano. La traición a la patria es el más grave de los crímenes, quien la comete está sujeto a las más severas sanciones. El sistema socialista que refrenda esta Constitución, es irrevocable. Los ciudadanos tienen el derecho de combatir por todos los medios, incluyendo la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta Constitución.
Es verdad que el derecho a manifestarse con fines lícitos y pacíficos, aparece explícitamente establecido y regulado en la Constitución vigente en el Artículo 56.
Pero no puede obviarse lo que igualmente dicta el Artículo 45: el disfrute de unos derechos no puede suponer lesión a los derechos de otras personas, o que afecten la seguridad colectiva, el bienestar general, el orden público, y siempre bajo el respeto a la Constitución y a las leyes.
Recordemos, además, lo que dicta el Artículo 229: En ningún caso resultan reformables los pronunciamientos sobre la irrevocabilidad del sistema socialista, establecido en el Artículo 4, y la prohibición de negociar bajo las circunstancias previstas en el inciso a) del Artículo 16.
Por todas estas y muchas más razones, el pueblo mayoritario, el que aprobó su Constitución: Yo, tú, él y nosotros, no permitiremos que ellos, los que olvidaron o nunca aprendieron, intenten socavar nuestra tranquilidad ciudadana y vender al país al Imperio que nos codicia desde que nació nuestra República, y que la Revolución triunfante el primero de enero de 1959 reivindicó en el sentimiento martiano: Con todos y para el bien de todos”.
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