José Martí y El Diablo Cojuelo, del qué y del cómo
Roberto Pérez Betancourt
A los 16 años, la vocación periodística a flor de piel, las ansias de decir sin que alguien le ponga bridas al pensamiento, laten en el joven José Martí, por ello, nueve días antes de cumplir la referida edad, mostró su inclinación hacia el periodismo, en un contexto favorable: Habían transcurrido solamente 10 días desde que el entonces Capitán General de la Isla de Cuba, Domingo Dulce, mediante decreto, pusiera en vigor la tan clamada libertad de imprenta en 1869.
Ante la oportunidad de expresar ideas que trascendieran, en compañía de su entrañable amigo Fermín Valdés Domínguez, el 19 de enero de ese año Martí edita “El Diablo Cojuelo” (*), publicación con intención, como diríamos hoy en día.
La publicación solo vio la luz en ese primer número, impreso en La Habana.
El Editorial incluido en aquella histórica hoja volante se considera como el primer artículo periodístico de carácter político publicado por José Martí. Allí dice, cito: "Nunca supe lo que era público, ni lo que era escribir para él, mas a fe de diablo honrado, aseguro que ahora como antes, nunca tuve tampoco miedo a hacerlo. Poco me importa que un tonto murmure, que un necio zahiera, que un estúpido me idolatre y un sensato me deteste. Figúrese usted, público amigo, que nadie sabe quién soy: ¿qué me importa que digan o que no digan?” Fin de la cita.
El Diablo Cojuelo solo contaba con cuatro páginas e incluía notas satíricas sobre la prensa y los acontecimientos de la época.
En otra parte de sus reflexiones, Martí advertía, cito: “Esta dichosa libertad de prensa, que por lo esperada y negada y ahora concedida, llueve sobre mojado, permite que hable usted por los codos de cuanto se le antoje, menos de lo que pica; pero también permite que vaya usted al Juzgado o a la Fiscalía, y de la Fiscalía o el Juzgado lo zambullan a usted en el Morro, por lo que dijo o quiso decir”. Fin de la cita.
Se ha dicho de ese único ejemplar de El Diablo cojuelo que son marcas martianas de sus "primeras manifestaciones en prosa contra el régimen colonial y a favor de la independencia de Cuba".
De este honrado “Diablo martiano”, todavía hoy, 151 años después de su publicación, de su qué y de su cómo, podemos y debemos aprender quienes de esto nos ocupamos, y sobre todo aquellos que aspiran a ocuparse en un futuro inmediato o mediato. (TVY) (14/01/20)
(*) Según la enciclopedia Kiwix, El Diablo Cojuelo es un personaje legendario de la tradición castellana. Es un diablo al que, lejos de ser una forma maligna, se le representa como el espíritu más travieso del infierno, trayendo de cabeza a sus propios congéneres demoníacos, los cuales, para deshacerse de él, lo entregaron en trato a un astrólogo, teniéndolo encerrado en una vasija de cristal. Se dice también que es inventor de danzas, música y literatura de carácter picaresco y satírico. Siendo uno de los primeros ángeles en levantarse en celestial rebelión, fue el primero en caer a los infiernos, aterrizando el resto de sus hermanos sobre él, dejándole estropeado y más que todos señalado de la mano de Dios. De ahí viene su sobrenombre de Cojuelo. Pero no por cojo es menos veloz y ágil. El diablo cojuelo es el más conocido y nombrado en los procesos, y en la literatura. La referencia al diablo cojuelo es mayoritaria en los conjuros, invocaciones y oraciones de las brujas castellanas. En la literatura El personaje era ya popular en la cultura castellana del siglo XVII y estaba fijado en refranes, dichos y canciones. Desde 1602 y hasta 1608 aparecen frecuentes invocaciones al Diablo Cojuelo.[2] Pero la referencia más conocida es la del dramaturgo Luis Vélez de Guevara, que recogió las andanzas de este personaje popular en 1641, junto al personaje del hidalgo estudiante Don Cleofás Leandro Pérez Zambullo, retratando los vicios e hipocresías del Madrid de la época.[3] El cojuelo hace constante mención a los refranes o dichos de Castilla.
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