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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Caras y caretas de Trump y sus compinches en la política contra Cuba

Caras y  caretas de Trump y sus compinches en la  política  contra Cuba

Roberto Pérez Betancourt

Se ha cumplido el primer año de la elección de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Formalmente le restan tres años más como inquilino de la Casa Blanca, si antes no termina su mandato,  lo que vaticinan  sus críticos, cada vez con mayor énfasis, alegando irresponsabilidades  e incapacidades que podrían  conducirlo a un juicio político que lo inhabilite para desempeñar el cargo para el cual, afirman,  no está ni medianamente calificado.

  El ocho de noviembre de 2016 fue un día especial en la política estadounidense. Ese día correspondió a la gran final del campeonato presidencial de ese país.

  La prensa en general, y la mayoría de los analistas y encuestadoras, daban por seguro el triunfo de la demócrata Hillary Clinton. Solo algunos “iluminados” se atrevían a contradecir ese vaticinio y apostaban a favor del rubio multimillonario Donald Trump. 

  Durante toda la etapa preelectoral, los debates de los aspirantes a la nominación republicana lanzaron misiles de críticas agudas contra sus oponentes delante de las cámaras de televisión. Igual hicieron los demócratas.

  La  inmensa mayoría de los retadores descalificó y llegó a emplear los más duros epítetos contra el rubio magnate inmobiliario que amasó fortunas con el “big show de la belleza femenina”.

 Entre esos acérrimos críticos se hallaba un trigueño de apellido Rubio y nombre Marco, aspirante al hacha del verdugo contra el país de sus antepasados próximos, unos cubanos que habían emigrado a la tierra prometida, en busca de hacienda y fortuna en  la que Marquitos, nacido allí, soñaba con  sentarse algún día en el sillón de gran emperador.

  Para lograr ese sueño americano el joven trigueño de apellido Rubio no escatimaría en genuflexiones, dobleces, mentiras de todos los colores y poses para dar siempre el ángulo más favorable a las cámaras de la prensa y desarrollar sus aptitudes camaleónicas para adaptar opiniones y pareceres a la corriente predominante en el ámbito del poder.

 Fue así como Maco Rubio se metamorfoseó de gran crítico de Trump, a su aliado y cómplice en la política doméstica. Como buen aprendiz de la mafia anticubana, se creció en el intercambio de favores desde su retorno al senado en una posición muy influyente, desde la cual incluso encabezó la defensa del Presidente frente a serias acusaciones de sus propios funcionarios expulsados del paraíso “Trumpiano”.

   Luego del  debacle  sufrido en sus aspiraciones a la candidatura presidencial, enemistado con sus rivales, Rubio sabía que necesitaba rehacer sus influencias desde posiciones de fuerza, y no lo pensó dos veces para retornar al foro senatorial desde donde la fortuna lo ubicaría en posición privilegiada para ganarse la confianza y los favores del premiado por las urnas presidenciales, rutilante de doradas lentejuelas nacionalistas que sus adversarios se empeñaban en oscurecer con denuncias y amenazas parlamentarias para incoar procesos de destitución.

 Pero allí estaba Marco, salvador, defensor, camaleónico siempre, cambiando globos por botellas, es decir, favores por favores, hasta ganarse la simpatía agradecida del criticado Trump, que en premio a tan dedicada gestión benefactora le otorgaría el beneficio de acceder a sus reclamos en la política contra Cuba y convertiría a Marquito en su más cercano colaborador anticubano…

  Guiado por su asesor, Trump alardeó de su capacidad para derogar la política de su antecesor respecto de la Isla y retomó la senda de la confrontación directa, la agresión económica y las viejas y fallidas tácticas de estrangular a las familias cubanas, apretando cada vez más la soga del bloqueo económico, comercial y financiero, que incluso  el propio Barack Obama había dado como política finiquitada por ineficaz, no por bondad caritativa, sino porque reconoció que no servía  para los propósitos sempiternos de acabar con la Revolución.

  Atendiendo a una orden presidencial de Trump, anunciadas el pasado 16 de junio en Miami, donde se reunió con el ala más reaccionaria de la comunidad cubanoamericana de la Florida, su  Departamento de Estado acaba de publicar una lista contentiva de los nombres de 179 organismos cubanos con los que las entidades y ciudadanos estadounidenses tendrán prohibido hacer transacciones financieras directas.

El listado incluye desde los ministerios de las Fuerzas Armadas y del Interior, la Policía Nacional Revolucionaria, hasta empresas, sociedades anónimas, la Zona Especial de Desarrollo Mariel, las terminales de Contenedores de Mariel y La Habana, decenas de hoteles en toda Cuba, agencias de viajes y tiendas, incluso marcas comerciales  de refrescos (como Tropicola y Cachito) y de rones, y hasta a un servicio de fotografía como PhotoService.

  Otras disposiciones limitan los viajes de  ciudadanos estadounidenses a Cuba y confirman el «serio retroceso»  en las relaciones bilaterales bajo la administración de Donald Trump, como acaba de asegurar  Josefina Vidal, directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores  (MINREX) de Cuba.

  Las regulaciones entraron  en vigor el jueves 9 de noviembre. Consecuentes con la ofensiva anticubana, los departamentos de Estado, Tesoro y Comercio hicieron público el miércoles  8  la implementación de las medidas.

  Según se alertó, la lista se revisará y actualizará periódicamente, de acuerdo con el Departamento de Estado. Se prohíben los viajes de los ciudadanos estadounidenses a título individual bajo la categoría de intercambios «pueblo a pueblo», que fueron establecidos durante la administración de Barack Obama.

En lo adelante, los estadounidenses tendrán que viajar con el patrocinio de una organización de su país y tendrán que ser acompañados por un representante de esta organización.

Se imponen también condiciones a los viajes educacionales, que a partir de ahora tendrán que ser auspiciados por una organización estadounidense autorizada y hacerse acompañar por un representante de estas.

Respecto al impacto de las regulaciones de Washington, Josefina Vidal  refirió que dañarán a la economía cubana y a sus sectores estatal y no estatal, pero también dañarán a los ciudadanos estadounidenses, que ven limitado su derecho a viajar libremente a Cuba.

Afectarán también, dijo, a los empresarios de Estados Unidos, quienes perderán interesantes oportunidades de negocios existentes hoy en Cuba, frente a su competencia.

Algunas medidas, añadió la diplomática, no ocultan su trasfondo subversivo, como la que alienta a los viajeros a realizar actividades de este corte para justificar la legalidad de sus visitas a Cuba.

 Detalló Vidal  que la administración Trump estableció requisitos específicos para la categoría de viajes en «apoyo al pueblo cubano».

 Ahora deberán cumplir un programa de actividades a tiempo completo, que implique, siguiendo los patrones de EE.UU., sostener contactos con el pueblo, apoyar a lo que ellos definen como sociedad civil y promover su independencia del Estado cubano.

Vidal explicó que los negocios y acuerdos alcanzados antes de la entrada en vigor de las medidas están exentos de las sanciones.

Durante la última etapa del gobierno de Barack Obama, se restablecieron los vuelos directos, comenzaron a llegar algunas líneas de cruceros y se firmaron entendimientos en el área de las telecomunicaciones y la gestión de hoteles con empresas estadounidenses, entre otros.

  En realidad,  Cuba y Estados Unidos nunca han tenido lo que puede entenderse en castellano como relaciones normales, aun desde el surgimiento mismo de la nación independizada de España, formalmente el 20 de mayo de 1902.

   Esa “independencia” fue mediatizada desde entonces por la injerencia permanente de las administraciones imperiales, y atenazada después, cuando la Revolución comandada por Fidel Castro proclamó la definitiva soberanía de Cuba, que  hasta hoy no ha sido realmente aceptada por los que mandan en el Imperio.

  Nada es eterno ni inmóvil. El tiempo sigue  su indetenible avance. El pueblo cubano está muy entrenado en una resistencia digna y no renunciará a su soberanía ni admitirá chantajes ni presiones de ningún tipo.

 Los saben bien muchos grupos de poder en los propios Estados Unidos, que apuestan por el retorno a la paz y la razón que construya una relación estable entre ambos países, sobre bases de respeto y sin injerencias, mutuamente beneficiosas.

  Sobre esas bases  también se trabaja hoy en la nación norteña por parte de  estadounidenses de buena voluntad, los cientos de miles que han conocido a Cuba “en vivo y en directo”, y todos, ellos y nosotros, sabemos que más temprano que tarde caerán caras y caretas camaleónicas y prevalecerá la justicia y la razón.

 



 

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