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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Ancianos en bancarrota

Ancianos en bancarrota

 

Roberto Pérez Betancourt

 

   Bancarrota es palabra fea. Sobre todo si es asociada a la ancianidad, cuando los atributos biológicos de los seres humanos muestran el inevitable desgaste de los años y afrontan el devenir más desprotegidos.

   El término de marras no  le gusta a quienes conocen su crudo significado. Ruina económica, quiebra comercial,  hundimiento,  desastre, descrédito de un sistema o doctrina.

   En  economías de mercado, bancarrota es figura económico-jurídica que concede, al menos, la posibilidad de respirar cuando la cuerda de los acreedores,  atada al cuello del deudor, está a punto de estrangularlo.

   Describo la situación. La actual crisis que atenaza al mundo, en relación con los millones de personas de la tercera edad, en especial en naciones en las cuales el neoliberalismo desató tempestades en las que, como siempre sucede, los más vulnerables miembros de la sociedad son quienes más padecen.

   Durante medio siglo el latino José se desempeñó en EE.UU. en labores de  construcción, jardinería  o  limpieza. Oficios dignos y duros. A sus 66 años de edad  ha descubierto que las facturas por servicios médicos,  medicinas, y otros  suman una montaña de dinero imposible de pagar. 

   El inmigrante declaró a la prensa de Miami que con lo que gana en una pastelería, durante jornada limitada, le resulta imposible subsistir junto a esposa enferma. “Vergonzoso y adolorido el hombre se declaró en bancarrota”, anuncia el diario local.

   Su situación resulta similar a la de millares de jubilados o ancianos a punto de acogerse al retiro en Estados Unidos, quienes no disponen de lo indispensable para subsistir en un contexto donde las gratuidades  pertenecen al ámbito de la ficción publicitaria o quedan relegadas a la menguada “caridad pública”.

   José sabe, además, que los subsidios disponibles serán altamente insuficientes, en especial para atender la salud  e inexistentes para garantizar el derecho humano a la vivienda y cubrir otras necesidades básicas de salud.

   Mientras El Herald miamense trata de hacer juegos de malabares con la situación de los jubilados en Cuba y arremete con tergiversaciones y mentiras con el clásico estribillo de que las pensiones significan apenas unos pocos dólares al mes ignorando, a propósito, que en la Isla todos los ciudadanos, sin excepción, disfrutan de múltiples beneficios mediante las gratuidades y el subsidio de varios bienes indispensables.

   Vivienda, alimentación, medicinas, servicios médicos, instrucción escolar en todos los niveles de enseñanza, deportes, recreación y servicios de salud se reciben esencialmente en forma gratuita, o a costos irrisorios. Ningún anciano cubano necesita acogerse a la bancarrota.

   Aunque  para los jubilados cubanos, como para la mayoría de los sectores sociales de cualquier país, los efectos globalizados de la crisis económica se padecen en cierta medida, en la Isla sus habitantes saben que el Estado es garante de los derechos esenciales de vida y nadie queda desamparado.

   En Estados Unidos, en el año 2007, las personas de 55 años y mayores representaron el 23 por ciento de los más de un millón que se declararon en bancarrota, es decir, 300 por ciento en comparación con 1994 según estudio m+a revelada según estudio más reciente revelado a la prensa.

   Las cifras son especialmente negativas para  el rango etáreo entre 75 y 84 años, cuyas  declaraciones de bancarrota (exime legalmente de pagar créditos) aumentaron más de cuatro veces.

   Elizabeth Warren, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard y autora del estudio, dijo que esta situación es reflejo de la vulnerabilidad de las personas mayores quienes, afirmó utilizando un eufemístico giro lingüístico: "ahora más que nunca enfrentan retos financieros serios''.

   Más precisa traducción de la cita, sería: hambre,   inseguridad, insalubridad, soledad, desamparo...

 

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