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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

LÀGRIMAS DE 45 AÑOS QUE NO SECAN

LÀGRIMAS DE 45 AÑOS QUE NO SECAN

LAGRIMAS DE 45 AÑOS QUE NO SECAN

Por Roberto Pérez Betancourt 

  El dolor causado por enemigos gratuitos del pueblo a lo largo de la
historia de la Revolución cubana no puede medirse en pesos y centavos,
se aprecia por quienes lo han sufrido en lágrimas vertidas, que no
secan, porque la memoria se niega a olvidar.
   Hace 45 años, en 1962, terroristas entrenados y financiados por la
Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana con dinero de
contribuyentes de ese país, causaron la muerte de un niño, cuatro
obreros y dos campesinos en cuatro acciones.
   En San Nicolás de Bari, pequeño poblado de la provincia de La
Habana, todavía se recuerda la sonrisa del pequeño Andrés Rojas,
truncada por las manos criminales que el 13 de marzo de ese año
incendiaron el hogar donde residía con su padre Ángel y su hermana
Obdulia.
   Ese mismo día bandas terroristas que operaban en la zona de Sancti
Spíritus asesinaron fríamente a dos campesinos e incendiaron la tienda
de abastecimientos, un círculo social recreativo de la comunidad, una
escuela y varias viviendas.
   Son solo pinceladas en la larga historia de agresiones que ha tenido
que sufrir el pueblo cubano en más de 48 años por su decisión de
construir una sociedad de plena justicia para todos y oponerse
firmemente al injerencismo norteamericano, que no ceja en su viejo
anhelo de anexarse a la mayor de las Antillas.
   Entre los cerca de 80 actos terroristas ejecutados por las
grupúsculos contrarrevolucionarios armados por la CIA en los meses de
marzo, también se incluyen dos asesinatos de obreros en la carretera
Trinidad-Topes de Collantes, provincia de Sancti Spíritus, cometidos el
día 23 del propio 1962, cuyos familiares siguen preguntándose todavía
por qué les arrancaron la existencia.
   Cuatro jornadas después del hecho narrado, elementos de una banda
terrorista que operaba en territorio espirituano ametrallaron un camión
y asesinaron fríamente a dos obreros.
   ¿Cuánto llanto más tendrán que verter las familias cubanas para
detener el genocidio sistemático de las administraciones
estadounidenses a través de sus mercenarios?
   Cualquiera que sea la hipotética respuesta a esa pregunta, ella está
implícita en la capacidad de resistencia demostrada por las familias
cubanas, imbuidas del patriotismo legítimo que dimana de sus raíces
libertarias.
   Más allá de la retórica, los hechos de la historia así lo
demuestran. El llanto que no seca en rostros de madres, padres e hijos,
aglutina la decisión explícita de la familia unida para que los fusiles
de la defensa no tiemblen ni un tantito así en las manos de los buenos
cubanos.

 

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