Llamas, humo y lágrimas a la vista
Roberto Pérez Betancourt
El fuego desatado en la zona de tanques de petróleo en el área de la llamada base de supertanqueros, de Matanzas, aledaña a la bahía, continúa activo y peligrosamente amenazante y mortal en la mañana de este lunes 8 de agosto…
Es momento de solidaridad total. De respaldo a las labores intensas, prolongadas, heroicas de las personas que están allí, jugándose la vida, perdiéndola también, poniendo en jaque el sentimiento terriblemente atemorizado de sus familiares y amigos. “Desaparecidos”, se informa, se difunde por todos los canales. No es el título de un filme de ficción, sino la realidad que se vive desde hace ya días en Matanzas y repercute en toda Cuba, mientras el alma, contrastante, se enfría ante las candentes llamas que iluminan el cielo de la urbe y anuncian el desastre agravado a las provincias colindantes…
Amigos, conocidos, colegas, han sufrido en carne propia el efecto del fuego, bomberos y periodistas, técnicos, expertos, obreros, gente trabajadora y buena, mientras la sangre propia hierve de impotencia, porque los años obligan a la distancia, impidiendo acudir al sitio de la noticia, y uno no puede evitar que la lágrima se aleje de la espalda mientras escucha palabras de consuelo, que no pueden llenar la sensación de impotencia senil, los deseos grandes de preguntar para saber e informar a los que te preguntan por los supuestos sistemas de para rayos en zona tan potencialmente vulnerable, peligrosa, como la vida con su crudeza clásica nos sigue mostrando “en vivo y en directo”.
Seguramente expertos investigarán y se aclarará sobre causas, insuficiencias, imprevisiones y otras preocupaciones que servirán para acumular más experiencias…cuando todo haya pasado. Para entonces las estadísticas serán datos de archivo, referentes de lo que fue, y se fijará un nuevo acontecimiento excepcional en la historia de la Ciudad de los Puentes, la Atenas de Cuba, la Urbe de Milanés y de otros poetas, y los que están por nacer, y los recién nacidos, conmemorarán el suceso, y seguramente a alguien se le ocurrirá añadir un nuevo apelativo, y será también la Matanzas del Gran Incendio, y los historiadores abundarán sobre los días extraordinarios de agosto cuando toda Cuba sufría de apagones eléctricos y la ciudad de Matanzas disfrutaba de electricidad total, surgirán las interrogantes sobre causas y causales, y los más atrevidos e irreverentes especularán sobre lo que pudo no haber sido, pero fue…
Pero hoy es el momento de la solidaridad total, de respaldo a las labores intensas, prolongadas, heroicas de los que participan in situ en intento supremo de acortar el sufrimiento, exponiendo la propia vida, suprema ofrenda de la gente buena… ¡Fuerza, Matanzas! ¡Fuerza cubanos!
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