Jesús Menéndez, centenario del general de las cañas
--Honestidad y firmeza
Roberto Pérez Betancourt
Este 14 de diciembre se cumplen 100 años del natalicio de Jesús Menéndez Larrondo, quien llegaría a ser un líder sindical de fuerte arraigo popular, en especial en el sector de la agroindustria azucarera al que dedicó sus mejores años de labor honrada, que le costó la muerte a manos de sicarios de la sacarocracia.
Nació Menéndez Larrondo en 1911, en el pueblo de Encrucijada, antigua provincia de Las Villas dentro de una humilde familia de trabajadores descendientes de combatientes mambises. Cursó sus primeros estudios en una escuela pública pero al quedar huérfano de madre tuvo que trabajar desde niño en la parcela familiar y como vendedor ambulante de sus frutos en el batey del central Constancia.
Con solo 14 años de edad, la estirpe obrera de Menéndez comenzó a forjarse con su desempeño como machetero en las colonias del central Nazábal, donde sufrió en carne propia la explotación a que eran sometidos los obreros del campo. Terminada la zafra, se dedicaba en las escogidas de tabaco de varios pueblos de su provincia.
En 1927, con 16 años de edad, logra una plaza de retranquero de trenes de caña y al siguiente año comenzó a trabajar como purgador de azúcar en el central Constancia.
En el año 1930 se funda en Encrucijada un núcleo del Partido Unión Revolucionaria Comunista y al año siguiente, Jesús ingresa en la organización con la encomienda de organizar en esa región la Liga Juvenil Comunista. Más tarde desarrolla acciones sindicales y es elegido secretario general del gremio en el central Constancia.
Los biógrafos de Menéndez Larrondo citan su destacada participación en la organización del sindicato nacional de los trabajadores azucareros hasta que se convirtió en el líder del sector. En 1939, fundó la Federación Nacional de Obreros Azucareros y en las elecciones generales de 1940 resultó electo Representante a la Cámara por el Partido Unión Revolucionaria Comunista.
En la década de 1940 Jesús Menéndez fue reelecto varias veces al frente del sindicato. Bajo su dirección los obreros lograron arrancarle a la oligarquía dominante, 631 millones de dólares, beneficios del descanso retribuido y el acceso de sus mujeres a la maternidad obrera, así como la creación de la "Caja de Retiro y Asistencia Social de los trabajadores del sector azucarero.
Coinciden estudiosos del tema en que de todas las conquistas obtenidas por Jesús Menéndez a favor de los obreros azucareros la más significativa fue sin dudas la del llamado "Diferencial Azucarero".
En el año 1945 el gobierno de Grau San Martín retuvo un total de 250 mil toneladas de azúcar para venderlas en América Latina a un precio de 7 centavos la libra. La diferencia de ese precio con el pactado con Estados Unidos que era de 3,675 centavos la libra de azúcar, constituyó lo que se llamó el Diferencial Azucarero.
Los trabajadores azucareros acordaron destinar el dinero obtenido en ese primer diferencial para subsidiar productos alimenticios que el país compraba a precios más altos de los que se compraban al pueblo consumidor dentro del país.
En el año 1946 el monto del diferencial azucarero alcanzó la cifra de 36 millones de pesos que se distribuyeron entre los obreros, los colonos y los hacendados, sin embargo, en el año 1947 el gobierno de Grau San Martín apoyado por los líderes sindicales de la CTK vendidos a la oligarquía dominante, intentó despojar a los trabajadores azucareros de los beneficios que le aportaba el diferencial azucarero por lo que, la firme respuesta del líder azucarero Jesús Menéndez no se hizo esperar quién lanzó la consigna "EL DIFERENCIAL EN LA PUNTA DE LA MOCHA" con lo que, amenazaba con boicotear la zafra sino se hacía el compromiso de pagarle a los obreros azucareros el diferencial.
Conocedor del carácter indomable, inclaudicable y antimperialista de Jesús en defensa de los obreros, el gobierno auténtico de Grau siguiendo la política de "La GUERRA FRIA" decidió eliminar al líder azucarero de lo cual se encargó el tristemente célebre Joaquín Casillas Lompuy, entonces capitán de la Guardia Rural en la estación del ferrocarril de la ciudad de Manzanillo el 22 de Enero de 1948.
Por su valiente actitud y comportamiento a través de toda su existencia a favor de la defensa de los intereses y derechos de los obreros del sector azucarero, en la Historia de nuestra Revolución a Jesús Menéndez se le conoce con el seudónimo de "EL GENERAL DE LAS CAÑAS". (TVY)(SE)(13/12/11).
Jesús Menéndez, honestidad y firmeza
Felipa Suárez Ramos
El sindicato no es un local, sino una masa de trabajadores unida, le aseguró Jesús Menéndez al teniente José María Salas Cañizares, el 17 de enero de 1948, cuando este cerró la sede sindical del central Jaronú (en la actualidad Brasil), en Camagüey, para impedir la realización de una asamblea.
Seguidamente el General de las Cañas se subió a un sillón de limpiabotas para cumplir el objetivo que lo había llevado hasta allí.
Su propósito era explicar a los trabajadores la actitud del presidente, Ramón Grau San Martín, quien respondiendo a los intereses de los magnates del azúcar se negaba a pagarles el diferencial azucarero correspondiente a 1947.
Por esa razón, Menéndez los instó a defender aquella conquista enarbolando la consigna “El diferencial en la punta de la mocha primero y la zafra después”,
adoptada en la Plenaria Nacional Azucarera celebrada en La Habana, en diciembre
de 1947.
La postura de Grau estaba dirigida a dejar sin efecto la Cláusula de Garantías, lograda por el líder de los trabajadores azucareros cubanos en 1945, en Washington, donde se discutió todo lo concerniente a la molienda que se avecinaba.
En ella, Estados Unidos expuso su decisión de comprar la producción de los años
1946 y 1947, a un precio congelado, sin tener en cuenta que los productos importados por Cuba desde ese país encarecían diariamente.
Ante tan leonina pretensión, Menéndez planteó que en ese caso a Cuba se le debía
aumentar el precio de su producto básico, el azúcar, en el 50% del que tuvieran los productos básicos estadounidenses que compraba, y del total que ello representara, destinar una parte a los obreros y pequeños colonos azucareros,
sin descontarles por concepto de deudas. Precisamente por esto, desestimar el
diferencial significaba traicionar no solo a los trabajadores azucareros, sino
también a la nación por lo que representaba para su economía.
Sin otra alternativa, la propuesta fue aceptada y el acuerdo quedó firmado el 11
de junio de 1946, con la inclusión de la llamada Cláusula de Garantía, el denominado diferencial azucarero, que en ese año fue de 37 millones de pesos, de ellos más de 25 millones para los obreros del azúcar.
Decidido a combatir el pretendido despojo, el 15 de enero de 1948, desde Cárdenas, en Matanzas, emprendió Menéndez un recorrido por todo el país. Pero ya había sido sentenciado a muerte. Seguido muy de cerca por sus enemigos, siete días más tarde, el 22 de enero, en el andén de la estación de ferrocarril de Manzanillo, fue asesinado por Joaquín Casillas Lumpuy, capitán del ejército.
Pueblo versus ejército
A Suilberto Bello Olazábal, en esa época secretario agrario del central Jaronú, junto con otros compañeros, le correspondió la honrosa y triste misión de custodiar el cadáver de Menéndez hasta La Habana, luctuoso viaje iniciado en un gascar enviado por la dirección del Partido Socialista Popular (PSP).
En la noche del 23, llegó la comitiva a Manzanillo, donde “un cordón de soldados
rodeaba el sitio en que nuestro líder cayó abatido, pero ello no impidió que
desde el local del Sindicato Fraternidad del Puerto —donde el cadáver permaneció
a buen recaudo hasta nuestra llegada— fuera transportado al andén en hombros de
los trabajadores”, cuenta Bello Olazábal.
“Una multitud de humildes hombres y mujeres del pueblo resistió los intentos de
la soldadesca de desalojar las inmediaciones de la terminal, amenazando incluso
con el socorrido ‘plan de machete’. Cuando el pueblo notó que el féretro se
acercaba, todos querían verlo, desafiando francamente a los soldados”, asegura.
Mochas enarboladas como homenaje al líder
El coche se movía lentamente por la senda flanqueada por cañaverales. El maquinista se percató de la presencia de un grupo de personas a lo largo de la vía, y accionó la sirena, tras lo cual muchos hombres salieron de entre las cañas y se situaron junto a los que ya estaban a orillas de la vía férrea.
“Todo fue muy rápido —comenta Bello Olazábal—, y el maquinista aminoró la marcha.
Recuerdo nítidamente aquel momento en que humildes hombres del campo, en silencio, blandieron sus mochas al viento en singular homenaje al líder caído.
Les respondimos levantando nuestros puños y dando vivas a Jesús, mientras la
bandera patria ondeaba y se hacía sentir en los costados del coche”.
En la ciudad de Camagüey, al amanecer, el féretro fue trasladado a un vagón incorporado al tren procedente de Santiago de Cuba, y continuó hacia La Habana.
A la Estación Central de Ferrocarriles de La Habana, arribó a las 6:30 de la tarde del día 24.
El cadáver fue expuesto al pueblo en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional, sitio en el cual Lázaro Peña, Blas Roca, Juan Marinello y Eduardo Chibás, así como senadores, representantes y hombres y mujeres del pueblo que tanto amó, le rindieron tributo.
Un hombre incuestionablemente honesto
Bello Olazábal conoció a Menéndez en diciembre de 1945, cuando como delegado
general de la colonia Cubitas, próxima a la sierra de igual nombre, participó en la Plenaria Nacional Azucarera celebrada en Holguín.
En esa ocasión, Menéndez, secretario general de la Federación Nacional Obrera
Azucarera, explicó los pormenores del diferencial azucarero y se refirió a la terminación de la Segunda Guerra Mundial y lo que para el mundo significaba el triunfo de los pueblos sobre el fascismo.
Este hombre, para quien la misión de custodiar el cadáver del General de las Cañas fue un privilegio que le deparó la vida, habla emocionado de su incuestionable honestidad cuando recuerda que, siendo secretario general de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros —denominación que propuso para que abarcara tanto a los de la fábrica como a los del campo—, y representante a la Cámara, en el momento en que lo asesinaron solo llevaba 45 centavos en el bolsillo.
3 comentarios
Carlos -
Que Dios te de a ti y a los tuyos una magnifica Navidad y un prospero ano nuevo.
Felicidades!!!
Roberto -
Carlos -
Me hubiese gustado ver que hubiese sido de el en la Cuba de hoy, donde los sindicatos son una extension del gobierno y carecen totalmente de la esencia que los origino.