Blogia
DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Coronavirus: ¿De verdad tenemos percepción del riesgo?

Coronavirus: ¿De verdad tenemos percepción del riesgo?

Roberto Pérez Betancourt 

Información sobre el coronavirus, la COBID 19, enfermedad derivada del patógeno, recibimos abundantemente y en cualquier horario del día o de la noche, a través de los medios de difusión masiva, incluidas las redes sociales en Internet y el correo digital.

Sin embargo, ¿en realidad toda la población percibe el riesgo que conlleva esta pandemia en grado suficiente para autoprotegerse y evitar contagios?

  En la experiencia que acumulé en un periplo por la ciudad de Matanzas, el lunes último, que incluyó gestiones en establecimientos bancarios, culturales y comerciales, aprecié que en todos ellos disponían de agua con cloro para que los visitantes y clientes se desinfectaran las manos. En algunos casos los empleados utilizaban el ya famoso “naso buco” para protegerse boca y nariz, y evitar peligrosas salpicaduras salivares, en tanto funcionarios diversos orientaban a viva voz a las personas que no se aglomeraran.

  En la sucursal del Banco de Crédito Comercio (BANDEC), dispusieron la entrada limitada de clientes, directamente a las cajas u otras posiciones para tramites, y suspendieron la permanencia de personas sentadas dentro del establecimiento, “para evitar aglomeraciones”, fue el comentario del portero, quien orientaba aguardar en las aceras. Sin embargo, el mal hábito de aglomerarse para esperar el turno de entrar al banco se mantenía igualito que siempre.

Y aquí surge la duda: A pesar de toda la información disponible, estas personas aglomeradas, ¿de verdad tienen suficiente percepción del riesgo que conlleva la cercanía con desconocidos?, porque, en realidad, nadie sabe quién estuvo con quién hasta hace un rato, y por ende ignoramos si nuestro pegadito vecino, que aguarda su turno, ha estado expuesto a algún contagio y de carambola nos lo regala con todas las implicaciones que sí sabemos.

  En el establecimiento comercial llamado La Plaza, donde expenden productos cárnicos y embutidos, igualito: La gente se junta, se pega, conversa a un pie de distancia; algunos se estrechan las manos y otros, más conocidos, hasta se prodigan los tan usados besos cariñosos, afectivos, cubanísimo, pero hoy peligrosísimos…

   La jefa de turno, al percibir esa situación dentro del establecimiento, inmediatamente orientó con la indelicadeza que lamentablemente caracteriza a algunos funcionarios de nuestros comercios: “La cola palacalle, aquí no quiero a nadie haciendo cola, cuando más dos personas, los demás pafuera”.

  Aunque el tono fuera desagradable, la preocupación de la muchacha era justa. Pero en la calle, lo mismo, la conversadera, pegaditos, pegaditos, la juntera, la evidente poca percepción de riesgo.

  ¿Y en las escuelas?, Bueno hay que decir que los escollares han sido bien entrenados, por lo menos conocen las medidas orientadas para evitar el contagio y alertan a los padres, como doctos ya en la materia de combatir al coronavirus. Una buena noticia, sin dudas.

  Alguien me comentó: “Ya el coronavirus este me tiene medio loco, por la mañana, la tarde y hasta en la noche: explicaciones noticias, comentarios, orientaciones de enfermos, portadores, fallecidos, cifras escalofriantes, que me ponen los nervios de punta…”

  Es verdad, el estrés se eleva, también la depresión en algunos individuos propensos a dejarse llevar por fatalidades, necesitados de terapias, consejos, ayudas familiares y profesionales. Pero, sobre todo, tengo la sensación de que toda la información aun no ha calado suficientemente en ciertas personas propensas a no tomar en serio los riesgos que le alertan.

 Por ello, me parece muy necesario que además de toda la información  que recibimos por los medios, debemos agilizar la que se da cara a cara -a dos metros de distancia por lo menos--, teléfono a teléfono, correo a correo, para advertir a destinatarios poro sensibilizados aun, despreocupados, y algunos hasta ignorantes, que no quieren ver la realidad.

  Estas personas necesitan darse cuenta que el peligro de enfermarse no es virtual, que no se trata de una película, sino de un problema en tiempo real, que nos afecta a todos, también a usted y a mi, por supuesto, por eso abogo porque las reuniones sean las imprescindibles, las inaplazables, a dos metros de distancia cada uno de los reunidos, y en el menor tiempo posible, por favor, a la concreta. (TVY) (24/03/20).

 

0 comentarios