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DEBATE ABIERTO, la página de Roberto Pérez Betancourt

Fidel Castro en la Conferencia de los 21: pasión y firmeza

Fidel Castro  en la Conferencia de los 21: pasión y firmeza

 Roberto Pérez Betancourt

                         

  Como si hablara ahora, en aquel dos de mayo de 1959 durante la  Conferencia Económica de los 21, en Buenos Aires, Fidel Castro  dejó anticipado el estilo oratorio en el cual la verdad se  conjugaba en tiempo de pasión y firmeza, atributos que lo caracterizarían a lo largo de la historia por venir.

   Había arribado Fidel pasada la una de la madrugada del primero de mayo al aeropuerto de Ezeiza, donde entusiasta multitud lo  sorprendería para saludarlo y dar vítores a Cuba. Ese día, en  La Habana y en toda la Isla, las calles retumbarían con la  consigna unitaria de los trabajadores que conmemoraban su día,  el primero desde el poder revolucionario.

     Procedente de Estados Unidos, ante periodistas que lo  asediaban en la capital argentina, Fidel anticipó la claridad  de su pensamiento: Buscar soluciones a los grandes trastornos   sociales, económicos y políticos de América que vivían a la sazón los pueblos latinoamericanos.

   El periodista Luís Báez, testigo de aquel momento, escribió:

  “En semejante clima de agitación colectiva la presencia de  Fidel representa un impacto emocional de alcance imponderable.  Las esferas oficiales no disimulan su preocupación. El  nerviosismo aumenta cuando se proyecta un documental que  refleja los recibimientos y actos multitudinarios (ante la  presencia de Fidel) en Washington y Nueva York.”

   Durante 80 minutos el verbo claro y diferente se haría  escuchar en la sala ante los representantes de los 21 países  congregados, invitados y medios de difusión masiva.

  “Soy aquí un hombre nuevo en este tipo de reuniones –dijo Fidel—; somos además, en nuestra patria, un gobierno nuevo y, tal vez por eso, sea también que traigamos más frescas las  ideas y la creencia del pueblo... Vengo a hablar aquí con la  fe y la franqueza de ese pueblo (...)

  “Los pueblos apenas si se preocupan por las cuestiones que se  discuten en las conferencias internacionales. Los pueblos  apenas si creen en las soluciones a que se llega en las  conferencias internacionales. Sencillamente, no tienen fe...”,  preciso el líder revolucionario.

  Nunca antes un discurso vibró con tan clara sinceridad y poder  de argumentos en un foro de aquella naturaleza. La palabra  expresaba el pensamiento para rendir culto a la dignidad del  hombre y explicar, con serenos razonamientos, la necesidad urgente de hacer verdadera justicia social en los pueblos  latinoamericanos.

 “Se hace necesario despertar la fe de los pueblos, y la fe de  las masas no se despierta con promesas; la fe de los pueblos  no se despierta con teorías; la fe de los pueblos no se  despierta con retórica (...)

  “(...) Debemos tener muy en cuenta que el más terrible vicio  que se puede apoderar de la conciencia de los hombres y de los  pueblos es la falta de fe y la falta de confianza en sí   mismos”.

  Contundente fueron las conclusiones:

  “Hay que salvar el continente para el ideal democrático, más  no para una democracia teórica, no para una democracia de  hambre y de miseria, no para una democracia bajo el terror y bajo la opresión, sino para una democracia verdadera, con  absoluto respeto a la dignidad del hombre, donde prevalezcan  todas las libertades bajo un régimen de justicia social,  porque los pueblos de América no quieren ni libertad sin pan,  ni pan sin libertad.”

 Al día siguiente el periódico bonaerense La Nación sintetizó  una caracterización de aquel momento y, al referirse a Fidel  subrayó: "Un héroe de nuestro tiempo. Si el rostro es el  espejo del alma, el alma de Fidel Castro tiene la lealtad, la  nobleza y la grandeza de los seres excepcionales".

   Cincuenta años después las proféticas palabras del líder  latinoamericano cobran vida en la obra visible de naciones  hermanas que avanzan con el ímpetu real dimanado de la  conciencia adquirida, en la cual el ejemplo de Cuba y de Fidel  están modestamente presentes.

                        

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